Místico Adaja
Casi siempre íbamos a pie. Quedábamos en el poyete de San Vicente o directamente en los Cuatro Postes, mientras alguno de nosotros recogía el vino en Teodorillo. Luego seguíamos el hilillo del Adaja y hacíamos una fervorosa parada frente a la huerta de la margen contraria donde se improvisó un camping para las estrellas de Orgullo y pasión, no fuera que a Sophia Loren le diera por volver. A ninguno de la pandilla –todos unos críos en el 57– nos cogieron de extras para el asalto de la muralla, desde donde disparaban los gabachos, que aquello ocurría en la Guerra de la Independencia. Pero sí vimos a la Loren en nuestras visitas furtivas a la huerta. Y luego en la peli, donde los curas hicieron por una vez la vista gorda y no le colgaron el 3R de “Altamente peligrosa”, y eso que la Loren lo era. Que se lo pregunten a Gary Grant.
Después el camino seguía bajo los pilares laterales del puente de Salamanca, el del tren. Y a partir de ahí nuestras huellas se pierden ya bajo las aguas del embalse que ha anegado el tiempo y son como esos pueblos tragados por el olvido sin plazo siquiera para rescatar las campanas de la iglesia.
Los viejos las oyen a veces en el sereno de la noche, a la puerta de sus casitas todas iguales del pueblo nuevo. Pero están todos medio sordos y nadie les cree. Como a nosotros, pues esta historia es bien poco verosímil, empezando por que buscábamos el misterio de la mística y cantábamos en inglés… sin hablar tres palabras seguidas en esta lengua que había entrado de sopetón con los Beatles, mientras que nosotros seguíamos aprendiéndonos de memoria “les animaux de la ferme” en la clase de francés.
Imprevisible, ¿no? Pero de inmediato adoptamos el espiritual negro que Javier trajo en acorde de Do mayor:
Michael, row the boat ashore, Hallelujah! …
Aquello nos llenó el alma con su trajín lento, que ni sabíamos de qué iba, pues apenas si identificábamos en la letra el bíblico Jordán y una travesía donde todo se jugaba en nuestra conciencia de futuro y juventud.
Sister, help for trim that boat.
Jordan stream is wide and deep.
A la caída de la tarde, el hilo del Adaja se nos convertía en el Jordán, y hasta en la laguna Estigia, pues llevábamos con esa canción toda la promesa de la vida y el juego de cartas de la muerte, y el regusto de la amistad y el vino… aquella mística de relente y encinas que se iban volviendo pardas y olorosas en la noche oscura, mientras nosotros volvíamos a Ávila cansados y felices.
Michael
Me ha tenido un largo rato ocupado la evocación del recuerdo. ¡qué tiempos!.
Todavía conservo cerca de mi esa vieja guitarra a la que acaricio con frecuencia y a la que aún puedo sacarle algunos arpegios. ¡qué romántico! Pero ahora la canción que me entretiene es “Folson prison blues” cuya letra empieza con la frase: “I hear the train a coming” que me hace volver a recordar el sonido del silbato del tren penetrando por la ventana abierta de mi habitación cercana a la estación en una noche clara de verano de aquel tiempo. Y termina con “Blow my blues away”, donde el away son los 4 x 5 x 3 m3 de mi cuarto de hoy, aunque después de leerte, creo que volveré al Michael row. Que no nos falte la mística!!.
Por cierto que ahora entendemos mejor el inglés, pero era mejor antes, cuando nos lo imaginábamos.